Saturday, April 30, 2011

Que es Santidad a Dios

Juzgaremos  por la apariencia?
Lo conoces?
Sera real este hombre?
Solo Dios lo conoce........
Los requisitos basicos para tener Santidad son.


1) La santidad de Dios debería guiarnos y gobernar nuestro pensamiento sobre la “aceptación de Dios”
Con frecuencia oigo a cristianos emplear la expresión ‘aceptación incondicional’. Pareciera ser que este término, es aplicado primero a Dios y después a los santos. Razonan de la siguiente manera: ‘Dios nos acepta incondicionalmente, por lo que nosotros debemos aceptar a los demás incondicionalmente’. La dificultad que tengo es que no es una expresión bíblica. Incluso peor, al parecer no es un concepto bíblico. Dios no nos acepta ‘sin tomar en cuenta lo que hagamos’. Observemos a la nación de Israel. Debido a su pecado reiterado, Dios dijo que ya no eran Su pueblo (ver Oseas 1). Dios no aceptó a Caín ni a su ofrenda (Génesis 4:5). Dios sólo nos acepta a través de la sangre derramada de Jesucristo, de manera que incluso los cristianos no son aceptados incondicionalmente, sin considerar sus actitudes y acciones. La santidad de Dios indica que Él no acepta lo que no es santo. En realidad, todo lo que Dios acepta de nosotros es lo que Él produce en y por medio nuestro. Hablar en una forma demasiado irreflexiva, al parecer estimula una vida descuidada y desobediente.
La iglesia no puede ‘aceptar’ a aquellos que profesan ser cristianos; pero que viven como paganos (1ª Corintios 5:1-13). Debemos disciplinar y echar a quienes se rehúsan vivir como cristianos. La iglesia debe ser santa y esto significa que debe eliminar la ‘levadura’ que hay en ella. Dejemos que aquellos que enfatizan la aceptación incondicional, examinen estas palabras:
“Y escribe el ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:14-16).
(2) La doctrina de la santidad de Dios debe considerarse al hablar de a quién debemos dar cuentas.
El concepto de ‘dar cuenta’ ha sido, en mi opinión, importada del mundo secular. No estoy en completo desacuerdo con el hecho de a quién debemos ‘dar cuenta’, excepto que la iglesia a veces habla de tomar más de dar cuentas a los hombres que a Dios. No nos olvidemos a quién debemos dar cuenta:
“Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio” (Mateo 12:36).
“Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no es provechoso” (Hebreos 13:17; énfasis del autor; ver también 1ª Corintios 3:10-15).
“De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:12).
“A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan; pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos” (1ª Pedro 4:4-5).
(3) La santidad de Dios debería gobernar nuestros pensamientos y nuestra autoestima.
Me sentí conmocionado con la declaración hecha por un sicólogo de principios del siglo XIX, tan diferente de lo que hoy se nos enseña:
“Esta reverencia ha sido significativamente definida por el sicólogo William McDougall, como: ‘la emoción religiosa por excelencia; pocos poderes humanos son capaces de provocar la reverencia, esta mezcla de prodigios, temor, gratitud y de autoestima negativa’”.27_ftn7
¿Por qué hablamos de encontrar nuestra autoestima en Cristo, cuando el encuentro que tuvo Isaías con la santidad de Dios, le hizo decir:
“Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:5)?
Temo que toda nuestra orientación está equivocada y vamos a Cristo más para sentirnos mejor con nosotros mismos que por caer delante de Él humillados y ver Su santidad. Nuestros corazones debieran sentirse llenos de gratitud y alabanza por la gracia que Él ha derramado sobre nosotros. El que esta delante de Él, es el que se cree justo, confiado en lo que él es y no los santos que confían en quién es Dios (ver Lucas 9:14).
“Observad el temor y asombro con los cuales, tal como en forma reiterada lo indican las Escrituras, los hombres fueron conmocionados y trastornados cada vez que contemplaron la presencia de Dios… Los hombres nunca son tocados ni impresionados debidamente con una convicción verdadera, hasta que no se hayan visto enfrentados con la majestad de Dios”28_ftn8
(4) La santidad de Dios debiera prevenirnos de lo que aceptamos y practicamos del movimiento “crecimiento de la iglesia” contemporáneo.



El movimiento contemporáneo “crecimiento de la iglesia” podría recomendarse en algunos aspectos.29 Sin embargo, pareciera ser que en su intento por evangelizar, los ‘buscadores’ comportándose como ‘buscadores amistosos’, no toman con la seriedad suficiente, la santidad de Dios. Mencionaré sólo algunas de mis preocupaciones al respecto. ¿Cómo puede una iglesia dedicar el servicio principal (Domingos en la mañana) al evangelismo cuando su tarea fundamental es otra, tal como se señala en Hechos 2:42 (específicamente la enseñanza de los apóstoles, la comunión, partir el pan y la oración)? Pongámoslo de otra forma, ¿cómo puede la iglesia dedicarse al evangelismo en su servicio principal, cuando la tarea más importante es adorar y edificar? Más aún, ¿cómo se puede invitar a un no creyente a participar en la adoración siendo lo que es? La Biblia enseña que no existe este tipo de ‘buscadores’ (Romanos 3:10-12). Aquellos que serán salvos, son los escogidos cuyos corazones serán tocados por el Espíritu Santo, cuyas mentes serán iluminadas por Él. Para los que están muertos en sus pecados, Él es el único capaz de hacer que vivan (Efesios 2:1-7).
Nadie a quien Dios haya elegido y en quien el Espíritu está haciendo Su obra, deja de ir a Él, por lo tanto, ¿por qué la necesidad que los no creyentes asistan a la iglesia? Los que eran salvos se unieron a la iglesia, según el Libro de los Hechos y los que no creyeron, se mantuvieron alejados. Con todo ese énfasis puesto en el crecimiento de la iglesia, pareciera que se pone poca atención a la iglesia que disminuye debido a la falta de disciplina y a la poca devoción en proclamar y practicar la santidad de Dios. Cuando Dios hizo que Ananías y Safira se desplomaran muertos, los no creyentes no se acercaron en masa a la iglesia, sino que todos llegaron a temer a Dios, lo que fue bueno. Si el temor del Señor es el comienzo de la sabiduría, entonces la santidad de Dios no debe ser ignorada. La santidad de Dios hará que algunos se alejen; pero conducirá a los elegidos a la cruz.
Mientras estudiaba Isaías 6 y 2ª Corintios 2-7, entre otros textos, vi que tanto Isaías como Pablo estaban muy concientes de la santidad de Dios. Este conocimiento hizo que estuvieran más interesados en complacer a Dios que a los hombres (ver Gálatas 1:10). Pablo no suavizó su mensaje ni usó métodos inadecuados o irreverentes en su evangelio, en relación con la santidad de Dios. Los hombres elegidos y salvados por Dios, no necesitan ser salvados por medio de métodos de marketing. La iglesia que está conciente de la santidad de Dios, proclamará, practicará y protegerá un evangelio puro.
(5) La conciencia de la santidad de Dios, debiera cambiar nuestra actitud y nuestra conducta en la adoración.
En el Antiguo Testamento, la adoración estaba muy reglamentada. Al parecer, en el Nuevo Testamento había más libertad. El sacerdocio de unos pocos en el Antiguo Testamento, se transformó en el sacerdocio de todos los creyentes en el Nuevo Testamento. Pero Hechos 5 y 1ª Corintios 5 y 11, nos advierten con vigor acerca de la adoración que no se realiza con la seriedad necesaria. La irreverencia es una ofensa muy seria, tal como la podemos ver tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Y la adoración es un área donde la irreverencia es una preocupación constante. Siento una gran aflicción por aquellos que, en el entusiasmo y excitación de su adoración, transgreden claramente las instrucciones dadas a la iglesia con respecto a la adoración. Uno de los puntos en esta situación, es la enseñanza bíblica sobre el rol que la mujer puede desempeñar en las reuniones de la iglesia. También Uza aparentemente fue celoso y sincero en su trabajo de conducir el arca de Dios a Jerusalén y sin embargo, Dios hizo que muriera debido a su irreverencia. A Moisés se le impidió llegar a la tierra prometida, por su irreverencia y por desobedecer a Dios en lo que se le había instruido con precisión. Esto nos lleva a la aproxima observación.
“Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad; temed delante de él, toda la tierra” (Salmo 96:9).
(6) La respuesta adecuada a la santidad de Dios, es el temor (reverencia) y el del temor es la obediencia.
Mientras leía los textos de las Escrituras que hablan de la santidad de Dios y del temor que produce en los corazones de los hombres, encontré una fuerte relación entre el temor (o reverencia) y la obediencia. Por ejemplo, la esposa debe respetar (literalmente, temer) a su marido, en Efesios 5:33. La sumisión de la mujer a su marido, con frecuencia se expresa en que debe obedecerle (ver 1ª Pedro 3:5-6). El temor o reverencia, conduce a la obediencia. La misma relación se observa en 1ª Pedro 2:13-25 y en Romanos 13:1-7, con respecto a los ciudadanos y sus autoridades y a los esclavos y a sus amos.
El temor del Señor es el resultado de estar concientes de Su santidad. Por lo tanto, también es la fuente de todo lo que es bueno. El temor es el comienzo del conocimiento (Proverbios 1:7). Hace que odiemos el pecado (8:13: 16:6). También es la base para tener una confianza firme (14:26). Es fuente de vida (14:27). La santidad de Dios es la raíz de muchos frutos maravillosos, que manan de un corazón que ha llegado a reverenciar a Dios como el Santo Único.


(7) La santidad de Dios es la base y la necesidad apremiante para nuestra santificación.
La santidad de Dios es la razón por la que también a nosotros se nos ordena vivir vidas santas:
“Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1ª Pedro 1:14-19).
Porque Dios es santo, nosotros que somos Su pueblo, también debemos ser santos. Nuestro llamado es la santidad (Efesios 1:4; Romanos 8:29; 1ª Tesalonicenses 4:3). Debemos practicar y proclamar al mundo Sus excelencias (1ª Pedro 2:9) y lo prominente entre las excelencias de Dios, es Su Santidad.
(8) La santidad de Dios hace que el evangelio sea una gloriosa necesidad.
Al pensar en la santidad de Dios y en la del Señor Jesucristo (sin excluir al Espíritu Santo), me siento más y más estremecido por la cruz del Calvario. A menudo pienso en la agonía de nuestro Señor en el Jardín de Getsemaní. Generalmente, pienso en Su agonía en términos de enfrentar la ira del Padre, la ira que merecemos nosotros. Pero este estudio de la santidad de Dios, me ha impresionado con la aversión que tiene un Dios santo hacia el pecado —hacia nuestro pecado. Y, sin embargo, a pesar del desprecio hacia el pecado que un Dios santo tiene, el Señor Jesucristo tomó todos los pecados del mundo sobre Sí mismo y fue al Calvario. Jesús no sólo estaba agonizando sobre la ira del Padre. Estaba agonizando sobre el pecado que Él tenía que llevar por cuenta nuestra. ¡Qué Salvador tan maravilloso!
De lo que comprendo de la historia de la iglesia, los reavivamientos han sido muy asociados con una conciencia renovada y aumentada de la santidad de Dios, acompañada por una convicción intensificada del pecado personal. Si la santidad de Dios consuma en nuestras vidas lo que hizo en la vida de aquellos hombres como Isaías, de quien leímos en la Biblia, tomaremos más conciencia de la profundidad de nuestros pecados y de nuestra desesperada necesidad de perdón. Sin santidad, no podremos entrar al cielo de Dios. En Su santidad, Dios proveyó para nuestros pecados. Por Su muerte de sacrificio en la cruz del Calvario, Jesucristo pagó la penitencia por nuestros pecados y por lo tanto, hizo posible que compartamos Su santidad. Cuando reconocemos nuestro pecado, nuestra injusticia y confiamos en la muerte de Cristo por nosotros, volvemos a nacer. Nuestros pecados son perdonados. Nuestra impiedad es limpiada. Llegamos a ser hijos de Dios.

No comments:

Post a Comment